Manny Mota: “Yo soy un hijo de Don Bosco”

Manny Mota: “Yo soy un hijo de Don Bosco”
El Chory, como también se le conoce, expresa que su mamá “era una mujer luchadora, nos enseñó buenos principios, orientación y una excelente formación”

Guante, pelota y ese olor característico del play, definen la vida de Manuel (Manny) Mota. Entre sus “jugadas” se cuenta el haber contraído matrimonio con Margarita Matos, con quien procreó ocho hijos; pero, además, tuvieron el privilegio de adoptar cuatro, doce hijos que lo han convertido en abuelo de 18 nietos.

Eterno enamorado de su mujer, Manny la define como su gran apoyo, una excelente esposa y una brillante madre y abuela; agradece a Dios el haberle dado más de lo que merece y de brindarle la oportunidad junto a ella de formar y educar a sus hijos de la mejor manera.

Su residencia, “huele a la pelota dominicana”, es todo un museo, en la que se pueden apreciar diversos premios, trofeos y reconocimientos que ha obtenido durante su trayectoria profesional; además de las camisetas que ha utilizado en los equipos a los que ha pertenecido, fotografías con ex presidentes, compañeros de profesión, managers, así como de su visita a la Casa Blanca, atendiendo una invitación que le hiciera en 1979 el entonces presidente Jimmy Carter.

El “Chory” como también se le conoce, cuenta que firmó con los Gigantes de Nueva York, ahora Gigantes de San Francisco, por un bono de 400 dólares, el cual recibió con satisfacción, ya que le daba la oportunidad de participar en un deporte que siempre fue su favorito, y eso le motivó a crearse la meta de llegar a las Grandes Ligas, aunque reconocía que no iba a ser fácil, “porque las cosas se logran a base de esfuerzos, sacrificios y perseverancia, y no iba a permitir que nada fuera un obstáculo para llegar a las Grandes Ligas, y no solo llegué, sino que me establecí”.

 

Un gran “hit” en su vida ha sido su Fundación Manuel Mota, creada en 1967, a través de la cual provee de alimentos, útiles escolares, educación y prácticas de béisbol a niños, niñas y jóvenes de escasos recursos, así como de alimentos a personas envejecientes en situación de vulnerabilidad.

1. Sus padres
Mi madre era una gran dama, se llamaba Fredesvinda Gerónimo, banileja, y mi papá Andrés Mota Soriano. Somos ocho hermanos, cinco hembras y tres varones. Mi mamá era muy luchadora, nos enseñó buenos principios, orientación y una excelente formación. Siendo viuda, nos crió a base de muchos sacrificios, creo que no tengo las palabras correctas para describirla. Fue una excelente madre, y como hijo la adoré y le brindé todo lo que pude hasta el momento en que Dios la llamó”. Ella murió conmigo en Los Ángeles. A mi padre no lo conocí bien, ya que cuando él murió yo tenía como seis años. Era chofer y soldado en el Ejército Nacional. Recuerdo que iba con una hermana mía a llevarle alimentos a un destacamento del Ejército en Ciudad Nueva, que se llamaba la 17 Compañía”.

2. Niñez
Los primeros años de mi niñez los vivimos en la calle Estrelleta, luego nos mudamos a la calle Hilario Espertín en el barrio San Juan Bosco y después a Villa Juana, donde me terminé de criar. Fue una niñez muy bonita, de la cual me siento orgulloso, y practicaba mucho deporte. Jugué fútbol con los padres salesianos en el Oratorio Don Bosco, porque la mayoría de los maestros involucrados con los salesianos eran europeos y practicaban fútbol. Para poder jugar beisbol teníamos que asistir a la misa todos los domingos. La misa era a las 9:00 de la mañana y terminaba a las 10:00; entonces, de diez a doce nos permitían jugar beisbol, pero antes de la misa teníamos que confesarnos. A veces, los sábados o los domingos, antes de misa y después, recibíamos la comunión. Me siento orgulloso y agradecido de la formación de los Padres Salesianos que pude recibir, aparte de la de mis padres. Participé en muchos torneos, jugué fútbol, también básquetbol, pero me incliné más por el beisbol. Creo que jugando fútbol fue que desarrollé mis piernas. Creo que la formación salesiana, ligada a la disciplina militar, ha jugado un papel preponderante en mi vida durante toda mi carrera”.

3. La familia
Conocí a mi esposa Margarita cuando vivíamos en el barrio Don Bosco, y luego nos casamos en 1963. Afortunadamente para nosotros, el padrino de nuestra boda fue Felipe Rojas Alou, un hombre que admiro y aprecio mucho. Él fue la persona, junto a Osvaldo Virgil, que nos preparó el camino y nos orientó, cuando partimos a los Estados Unidos, sobre qué esperar de un país con culturas, reglas y leyes diferentes, a las que debíamos adaptarnos y respetar. Felipe fue un tutor para mí. Mi esposa y yo llevamos 55 años de casados, y tenemos ocho hijos, seis varones y dos hembras, y adoptamos cuatro, dos hombres y dos mujeres. A todos ellos les inculcamos que sean humildes y que traten a todo el mundo como ellos quieren ser tratados, con respeto, consideración, dignidad… como seres humanos”.

4. Béisbol
Inicié en el equipo de la Aviación Militar Dominicana, ahora Fuerza Aérea Dominicana, cuando tenía 19 años. Ahí tuve el privilegio de tener como compañero de equipo a Juan Marichal, en ese entonces el mejor equipo amateur que existía en el país. Ese equipo era una gran institución, Rafael Trujillo nos daba todas las facilidades, así que logramos formar una gran organización y desarrollar las cualidades de jugador. Así que le agradezco infinitamente a la Aviación, que me dio la oportunidad de desarrollarme, y al entrenador José Francisco Pichardo (Viruta), que nos preparó mental, física y técnicamente. Otra persona que le agradezco es al señor Horacio Martínez, que era el scout del equipo de los Gigantes aquí en el país. Él, Alex Pompas y George Chernoviz nos firmaron a mí, a Felipe, Marichal, Mateíto, entre otros jugadores”.

5. Su carrera en Grandes Ligas
Inicié en las Grandes Ligas con los Gigantes de San Francisco, en 1962, en ese entonces Gigantes de Nueva York; posteriormente pasé al equipo Houston Colt .45’s , pero con ellos no llegué a participar en la temporada, solo en los entrenamientos. De allí fui cambiado a los Piratas de Pittsburgh, donde duré seis años, y donde tuve el honor de compartir con jugadores como Roberto Clemente, Mateo Alou y Pato Virgil, entre otros. Fueron momentos muy buenos los que pasamos juntos. De los Piratas pasé a Montreal, fui la primera selección cuando se inició el sorteo del equipo de San Diego y el de Los Expo de Montreal. Después formé parte de los Dogders de los Ángeles, y hasta el momento pertenezco a la organización, donde me tratan con mucho respeto, consideración y dignidad, al igual que a mi familia”.

6. Clemente en su vida
Roberto Clemente fue para mí como un hermano. Para mí fue, quizás, el mejor jugador de beisbol, el más completo…. Él y Willy Mays han sido, desde mi humilde punto de vista, los mejores que he visto en este deporte. Roberto, aparte de sus condiciones excepcionales como jugador, era un gran ser humano, defensor de la raza de color en esos años de discriminación del jugador afroamericano y de los latinos. No tenía temor de expresar lo que sentía y muchas veces no era bien aceptado por la prensa.
Roberto venía a practicar aquí cuando las condiciones atmosféricas eran difíciles en Puerto Rico, le gustaba mucho la comida dominicana, venía exclusivamente a comerse un mondongo que vendían en un lugarcito que se llamaba Restaurante Italia, creo que en la calle Santiago, cerca de la avenida Independencia, un lugar que se especializada en vender mondongo, arroz blanco, yuca y aguacate. Su muerte fue trágica, murió cuando iba a llevar alimentos a Nicaragua, donde había ocurrido un terremoto, y como agradecimiento al trato que recibió allá como dirigente de un equipo, fue a llevarles alimentos y desafortunadamente el avión en el que viajaba cayó, y jamás aparecieron sus restos. Me dolió mucho su muerte, esa fue una noche terrible, que nos afectó a todos el corazón”.

7. Bendición
Dios me brindó la bendición de pertenecer a una Serie Mundial. Las cosas se logran a base de esfuerzos y sacrificios, así uno las saborea y valora más. Mi último año como jugador fue en 1982, como un jugador emergente porque era couch de primera base y, ocasionalmente, cuando iba a terminar la temporada me reactivaba y me colocaba en el lote de los 40. Un factor muy importante en mi carrera es el fanático de Los Ángeles, que siempre me da mucho apoyo, al igual que los fanáticos dominicanos. Tengo ocho años como dirigente de los Tigres del Licey, pero participé con ellos por un total de 17. Ahí pasé los mejores años de mi carrera; pero también tengo que agradecerle al equipo de los Leones del Escogido, con el que me inicié, el que me brindó la primera oportunidad de participar en el beisbol invernal de la República Dominicana. Fui dirigente de Los Toros, Los Caimanes, y si mal no recuerdo, participé como refuerzo con el equipo de las Águilas durante una Serie del Caribe”.

8. Aprendizaje
Una de las cosas que he aprendido es a no humillar, ni maltratar ni subestimar a nadie, a tratar a todos con respeto, dignidad y a ser agradecido. Para mí la educación es algo fundamental, por eso exhorto a los niños a que no abandonen sus estudios, que terminen su bachillerato y los que tengan la oportunidad que vayan a la universidad, porque ese título que han obtenido a base de sacrificio y perseverancia es algo que nadie se lo podrá arrebatar. Los niños son la esperanza, el orgullo y el futuro de cada país, somos los padres los llamados a brindarles orientación y alegría, que sepan que siempre hay espacio para mejorar, que nunca estén satisfechos, que siempre tengan aspiraciones, que traten de superarse, que sean humildes, que mantengan buena disciplina porque de ahí depende el éxito”.

9. Fundación Manuel Mota
Iniciamos la fundación en 1967 en el patio de mi primera casa en la Avenida 27 de febrero, del sector El Millón, con un anafe que compramos en Villa Consuelo y un caldero que cogía 25 libras de arroz. Todos los días mandábamos a recoger los niños de esos alrededores para que vinieran a alimentarse a la casa. Iniciamos con un programa de alimento diario, luego agregamos la cena de Navidad, la entrega de útiles deportivos y de juguetes el Día de Reyes. Les impartíamos charlas en la marquesina de la casa, y los ayudábamos a hacer cursos de mecanografía, taquigrafía, contabilidad, entre otros, siempre tratando de dar un poco de todo. Los motivábamos a estudiar, a comprender que aunque eran de escasos recursos, podían llegar a ser profesionales. Muchos de esos muchachos lograron salir adelante y superarse. No nos gusta hacer mucha publicidad sobre las obras que hacemos, porque lo importante es que lo sepa papá Dios. Llegamos a visitar la casa del doctor Balaguer, Jorge Blanco, don Antonio Guzmán para solicitarles que dejaran más áreas verdes para el sano esparcimiento de la juventud, hablamos a doña Renée, la esposa de don Antonio, sobre lo importante que era ayudar a la niñez, y nos gustó mucho que fundara el Conani. Ahora la fundación está en el sector El Tamarindo, de Santo Domingo Oeste, donde ofrecemos alimento a más de 38 mil niños y adultos de la zona; entregamos alimentos crudos cada 15 días, tenemos salas de tarea, impartimos cursos de inglés, contamos con la colaboración de amistades en Los Ángeles. Tenemos un voluntariado de hombres y mujeres que nos ayudan mientras estamos fuera del país. Parte de nuestra familia también está involucrada en el proyecto”.

10. Sueños
Vimos algunos de nuestros sueños logrados cuando en 1995 conseguimos los terrenos en El Tamarindo, pero aún no hemos podido lograr nuestros sueños de conseguir los terrenos para los plays, son cuatro y solo tenemos uno, que lo terminó el ex presidente Leonel Fernández en su último mandato. Confiamos en la generosidad del presidente Danilo Medina para concluir los tres parques de beisbol que faltan y para la construcción de un multiuso, el cual servirá como escuela, salón de reuniones, cocina, comedor, dispensario médico, salón VIP para trofeos, así como para practicar deportes, y eso nos ayudaría a mantener a esos jóvenes alejados de los vicios y las malas tentaciones.

“Visité la Casa Blanca en el año 1979. Ese año tuve la fortuna de implantar un record como bateador emergente, entonces recibí una invitación muy generosa de parte del presidente Jimmy Carter, quien me invitó junto a toda mi familia. Esa invitación fue un gran honor y un prestigio para mí, porque fui el primer jugador latinoamericano en visitar la Casa Blanca. Allí estuve en compañía de mi madre, mi esposa y mis hijos. Fue un momento inolvidable, tanto para mi carrera como para mi vida personal, ver a mis muchachos corriendo en la oficina Oval de la Casa Blanca”.

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